Introducción.
La
calidad es indispensable para que las organizaciones logren una mayor
competitividad.
Como es bien
sabido, la calidad como enfoque de gestión surgió en el siglo XX en Japón,
después de la Segunda Guerra Mundial, como una estrategia para reconstruir la
economía, a raíz de la cual la industria la industria japonesa logró ser una de
las más competitivas a nivel mundial. De esta manera la calidad se difundió
hacia todos los países y junto con la certificación ISO se convirtió en un
requisito para que las empresas puedan participar en los mercados
internacionales.
La calidad, más
que un estilo de administración es una cultura, una forma de vida en la que los
valores como el amor al trabajo, la disciplina y la lealtad son parte del
quehacer cotidiano de los miembros de la organización, en otras palabras,
implica un cambio de actitud y mentalidad.
La calidad es un
concepto actual que no ha sido desarrollado de una forma casual e improvisada,
sino que ha sido producto de una evolución a lo largo de los años y en la cual
una gran variedad de personajes e instituciones de carácter internacional han
colaborado para forjar lo que conocemos en nuestros días como calidad.
El desarrollo que ha logrado ha sido tal, que la
subsistencia de muchas organizaciones de toda índole, tanto gubernamentales
como privadas, de manufactura o servicio, ha dependido de la implementación de
este concepto dentro de su planeación estratégica, a fin de seguir siendo
competitivas ante las nuevas exigencias de la sociedad por mejores productos
y/o servicios, y a un costo menor.
La calidad no es un concepto que deba de limitarse a
la definición de la palabra en sí, sino que debe abarcar las interacciones que
conlleva con todos los elementos de la organización.
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